Era una mañana como todas.
Clara abre de lunes a sábado la tienda en la que trabaja. Para llegar toma la línea 122 del autobús y después la línea 4 del metro. Aprovecha el tiempo para leer.
Aquella mañana, iba de pie en el metro cuando se le acercaron dos muchachas, que parecían turistas. Le pidieron que se moviera un poco, para ver el mapa de las líneas que estaba justo detrás de ella. En la siguiente parada se abrieron las puertas y las dos muchachas salieron del vagón apresuradamente.
Al poco rato ella se dio cuenta de que no llevaba su bolso colgado del hombro.
Pensó: Me han robado el bolso, ¿qué hago? Dentro están las llaves de la tienda y de casa; mi DNI con mi dirección...
Bajó en la siguiente parada. Alertó a su marido, quien se acercó a su casa rápidamente para llamar y esperar al cerrajero; también dio de baja las tarjetas de crédito.
Mientras su marido estaba al teléfono, sonó el vídeoportero. Era el conserje y le dijo:
—Tengo el bolso de su esposa. El conductor del autobús ha parado a la puerta, ha bajado y me lo entregado diciéndome que era parala señora del perrito que cada mañana le da los buenos días. Se lo entregó un pasajero al ver que se lo había dejado olvidado en el asiento.
Lo recogió y se acercó en automóvil adonde estaba Clara y los dos se rieron de la odisea. Porla tarde comprarían una caja de bombones al conductor, ya que había infringido la normativa para devolverle el bolso.
Así, Clara logró recuperar su bolso con todo lo que contenía en él, su pequeña vida.
¿Tuvo mucha suerte o supo crear esa suerte?